PASTORAL DE LA
SALUD.
Mensaje
del Papa para la XXIII Jornada Mundial del Enfermo 2015 Francisco:
"Nuestro mundo olvida el valor especial del tiempo empleado
junto a la cama del enfermo" con ''Queridos hermanos y hermanas:
Con ocasión de la XXIII Jornada Mundial de Enfermo, instituida por
san Juan Pablo II, me dirijo a vosotros que lleváis el peso de la enfermedad y
de diferentes modos estáis unidos a la carne de Cristo sufriente; así como
también a vosotros, profesionales y voluntarios en el ámbito sanitario.
El tema de este año nos invita a meditar una expresión del Libro
de Job: ''Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies''. Quisiera hacerlo en
la perspectiva de la sapientia cordis, la sabiduría del corazón.
Esta sabiduría no es un conocimiento teórico, abstracto, fruto de
razonamientos. Antes bien, como la describe Santiago en su Carta, es ''pura,
además pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos,
imparcial, sin hipocresía''. Por tanto, es una actitud infundida por el
Espíritu Santo en la mente y en el corazón de quien sabe abrirse al sufrimiento
de los hermanos y reconoce en ellos la imagen de Dios. De manera que, hagamos
nuestra la invocación del Salmo: ''¡A contar nuestros días enséñanos / para que
entre la sabiduría en nuestro corazón!'' .
En esta sapientia cordis, que es don
de Dios, podemos resumir los frutos de la Jornada Mundial del Enfermo.
Sabiduría del corazón es servir al hermano. En el discurso de Job
que contiene las palabras ''Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies'', se
pone en evidencia la dimensión de servicio a los necesitados de parte de este
hombre justo, que goza de cierta autoridad y tiene un puesto de relieve entre
los ancianos de la ciudad. Su talla moral se manifiesta en el servicio al pobre
que pide ayuda, así como también en el ocuparse del huérfano y de la viuda.
Cuántos cristianos dan testimonio también hoy, no con las
palabras, sino con su vida radicada en una fe genuina, y son ''ojos del ciego''
y ''del cojo los pies''. Personas que están junto a los enfermos que tienen
necesidad de una asistencia continuada, de una ayuda para lavarse, para
vestirse, para alimentarse. Este servicio, especialmente cuando se prolonga en
el tiempo, se puede volver fatigoso y pesado. Es relativamente fácil servir por
algunos días, pero es difícil cuidar de una persona durante meses o incluso
durante años, incluso cuando ella ya no es capaz de agradecer. Y, sin embargo,
¡qué gran camino de santificación es éste! En esos momentos se puede contar de
modo particular con la cercanía del Señor, y se es también un apoyo especial
para la misión de la Iglesia.
Sabiduría del corazón es estar con el hermano. El tiempo que se
pasa junto al enfermo es un tiempo santo. Es alabanza a Dios, que nos conforma
a la imagen de su Hijo, el cual ''no ha venido para ser servido, sino para
servir y a dar su vida como rescate por muchos''. Jesús mismo ha dicho: ''Yo
estoy en medio de vosotros como el que sirve''.
Pidamos con fe viva al Espíritu Santo que nos otorgue la gracia de
comprender el valor del acompañamiento, con frecuencia silencioso, que nos
lleva a dedicar tiempo a estas hermanas y a estos hermanos que, gracias a
nuestra cercanía y a nuestro afecto, se sienten más amados y consolados. En
cambio, qué gran mentira se esconde tras ciertas expresiones que insisten mucho
en la ''calidad de vida'', para inducir a creer que las vidas gravemente
afligidas por enfermedades no serían dignas de ser vividas.
Sabiduría del corazón es salir de sí hacia el hermano. A veces
nuestro mundo olvida el valor especial del tiempo empleado junto a la cama del
enfermo, porque estamos apremiados por la prisa, por el frenesí del hacer, del
producir, y nos olvidamos de la dimensión de la gratuidad, del ocuparse, del
hacerse cargo del otro. En el fondo, detrás de esta actitud hay frecuencia una
fe tibia, que ha olvidado aquella palabra del Señor, que dice: ''A mí me lo
hicisteis''.
Por esto, quisiera recordar una vez más ''la absoluta prioridad de
la ?salida de sí hacia el otro? como uno de los mandamientos principales que
fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del
camino de crecimiento espiritual como respuesta a la donación absolutamente
gratuita de Dios''. De la misma naturaleza misionera de la Iglesia brotan ''la
caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y
promueve''.
Sabiduría del corazón es ser solidarios con el hermano sin
juzgarlo. La caridad tiene necesidad de tiempo. Tiempo para curar a los
enfermos y tiempo para visitarles. Tiempo para estar junto a ellos, como
hicieron los amigos de Job: ''Luego se sentaron
en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y
ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande''. Pero
los amigos de Job escondían dentro de sí un juicio negativo sobre él: pensaban
que su desventura era el castigo de Dios por una culpa suya. La caridad
verdadera, en cambio, es participación que no juzga, que no pretende convertir
al otro; es libre de aquella falsa humildad que en el fondo busca la aprobación
y se complace del bien hecho.
La experiencia de Job encuentra su respuesta auténtica sólo en la
Cruz de Jesús, acto supremo de solidaridad de Dios con nosotros, totalmente
gratuito, totalmente misericordioso. Y esta respuesta de amor al drama del
dolor humano, especialmente del dolor inocente, permanece para siempre
impregnada en el cuerpo de Cristo resucitado, en sus llagas gloriosas, que son
escándalo para la fe pero también son verificación de la fe .
También cuando la enfermedad, la soledad y la incapacidad
predominan sobre nuestra vida de donación, la experiencia del dolor puede ser
lugar privilegiado de la transmisión de la gracia y fuente para lograr y
reforzar la sapientia cordis. Se comprende así cómo Job, al final de su
experiencia, dirigiéndose a Dios puede afirmar: ''Yo te conocía sólo de oídas,
mas ahora te han visto mis ojos''. De igual modo, las personas sumidas en el
misterio del sufrimiento y del dolor, acogido en la fe, pueden volverse
testigos vivientes de una fe que permite habitar el mismo sufrimiento, aunque
con su inteligencia el hombre no sea capaz de comprenderlo hasta el fondo.
Confío esta Jornada Mundial del Enfermo a la protección materna de
María, que ha acogido en su seno y ha generado la Sabiduría encarnada,
Jesucristo, nuestro Señor.
Oh María, Sede de la Sabiduría, intercede, como Madre nuestra por
todos los enfermos y los que se ocupan de ellos. Haz que en el servicio al
prójimo que sufre y a través de la misma experiencia del dolor, podamos acoger
y hacer crecer en nosotros la verdadera sabiduría del corazón.
Acompaño esta súplica por todos vosotros con la Bendición
Apostólica''.
¡Es necesaria una
gran y cotidiana actitud de libertad cristiana para tener la valentía de
proclamar, en nuestra Ciudad, que hay que defender a los pobres, y no defenderse de
los pobres, que hay que servir a los débiles y no servirse de los débiles!. P. Francisco
“Nuestra
Alma se alimenta de la palabra de Jesús, de su ejemplo, esperanza, humildad,
caridad, verdad, solidaridad fuera de cualquier egoísmo, sabiduría, el compartir la
fe: es el pan diario que se nos olvida muchas veces a nosotros los humanos.
Una
bonita reflexión, para este Año 2,015. Para nosotros que batallamos con nuestra
enfermedad de Lupus, agradeciendo grandente a nuestros cuidadores ya sean estos familiares, amigos, enfermeros, Doctores de todas las especialidades, Fisioterapeutas, llenándonos de la esperanza y Misericordia de Dios
creador de todo el Universo.
Un
fuerte y amoroso abrazo para todos ustedes, que siempre están presentes en mis
oraciones y pensamientos, muchas gracias por su gesto de amistad, cariño,
reconocimiento. Dios les bendiga grandemente y nos otorgue paciencia,
tolerancia, y mucha fe”.
“
” Escribió: Licenciada Karin Lange.
Guatemala
20 de enero 2,015.
Reconocimiento:
SJ. Jesús Navascúes, por compartir tan bella inspiración para nuestras vidas.